Nuestros jóvenes y adolescentes sufren más que nunca la presión sexual que impregna todos los ámbitos. Los medios, las redes, la música, la escuela, la calle, hasta la misma familia presionan de manera tal que mantenerse puro y santo, resulta casi una proeza.
Como resultado de tal desenfreno y libertinaje, se forman familias descartables que tienen como uno de sus fundamentos lo efímero de un momento libidinoso. La impureza sexual no solo destruye o posterga sueños, sino que también impacta la vida de los futuros hijos.
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