“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1: 12
Hace más de cincuenta años la ciencia aportó un descubrimiento que había comenzado a gestarse desde 1860. Hicieron falta muchos científicos y décadas de investigación para que al final, en 1962, tres de ellos −Watson, Crick y Wilkins− recibiesen el premio Nobel en fisiología y medicina por hallar la estructura de la molécula del ADN fundamental para construir el
genoma de todos los seres vivos. Sin embargo, el debate por quién debería haber recibido tal crédito continúa y lo que nunca se menciona es que una mujer, Rosalind Franklin, participó plenamente en la investigación. Pero más allá de lo anecdótico, lo cierto es que hoy, gracias al ADN la identidad de muchos puede ser resuelta sin lugar a errores. El hallazgo dio lógica a las leyes de la herencia y explicó por qué “a menudo los hijos se nos parecen”.
Sin que este avance científico hubiere estado presente en la época del relato juanino acerca de Jesús, algo de la identidad y de la genética nos quiso explicar en este texto.
A los que creen en Jesús se les da el derecho o la potestad de ser hijos de Dios, lo que también vale decir “niños” de Dios.
Establece una hermosa relación entre ser hijo, descendiente, perteneciente y heredero de esa identidad. El énfasis es que al creer en su nombre, el de Jesús, nos ubica en una genética diferente. El ADN de Dios vive en aquel que reconoce
a Dios como padre y que pone su confianza en esa identidad y en su carácter eterno de luz y de vida.
¿Tú crees en Jesús? La invitación a creer es universal. No es solo para aquellos que tienen una buena vida, perfecta y ordenada sino para “todos”, porque no hay otro modo de entrar en esta relación divina de
genética espiritual si no es por el camino de la fe. Lo cierto es que esa potestad nos da pertenencia divina y carácter divino también. Nos identifica con lo que Dios es como Padre y nos transforma para ser como él es.
Compartir el ADN de Dios no nos hace dioses, pero sí nos hace sus hijos.
Tomado del libro Una Pausa en Tu Vida
Usado con permiso @unapausaentuvida